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viernes, 14 de septiembre de 2012

Memorias de un Penalista


 MEMORIAS DE UN PENALISTA
 
Autor: Delfín Acevedo Restrepo   
 Publicado el 18 de Julio de 2011
 Periódico El Mundo

Abejorral, como bien lo anota Heriberto Zapata Cuéncar, en su “Monografía de Antioquia”, es uno de los municipios que ha dado a la República una de las más caudalosas nóminas de hombres y mujeres ilustres.

Abejorral, como bien lo anota Heriberto Zapata Cuéncar, en su “Monografía de Antioquia”, es uno de los municipios que ha dado a la República una de las más caudalosas nóminas de hombres y mujeres ilustres. En las ciencias, en las artes, en las letras, en la jurisprudencia, en la historia, etc.

Gabriel Arango Mejía, Esteban Jaramillo, Manuel Canuto Restrepo, Dionisio Arango Ferrer, Rufino Duque Naranjo, Miguel María Calle, Jaime Arango Velázquez, Clodomiro Ramírez, Marco Aurelio Arango, Luís Mejia Alvarez, Blanca Isaza de Jaramillo, para citar sólo unos pocos nombres.

Allí nació también nuestro referenciado de hoy, Hernando Londoño Jiménez, quien acaba de entregar su hermoso y bien documentado libro, Memorias de un Penalista, que se suma a los 22 textos publicados hasta hoy sobre temas jurídicos y literarios y acogidos con beneplácito y admiración en todo el país.

Abogado de la UPB, desde su época de estudiante ha estado vinculado a la actividad forense, comenzando por los cargos más modestos como oficial escribiente. Fue luego juez, fiscal, presidente del Colegio de Abogados de Medellín, miembro de la comisión redactora del Código Penal de 1980, diputado a la Asamblea de Antioquia y alcalde de Itaguí, donde se encontraba cuando se produjo la caída del dictador Gustavo Rojas Pinilla.

Tronco bien sasonado de esa estirpe de arrieros y fundadores que desde Abejorral iniciaron la epopeya colonizadora de los departamentos del viejo Caldas, del Huila y del norte del Tolima. Con Dios a la madrugada y como en Horizontes, la acuarela de Antonio J. Cano, que recoge, y así lo expresa el profesor Luis López de Mesa, la migración colonizadora del pueblo antioqueño. 

Por las venas del abogado Londoño Jiménez circula la sangre de ese grupo robusto de recios montañeses de ruana y carriel, machete al cinto, el perro guardián, compañero inseparable y el hacha amarrada en las enjalmas de las mulas de carga, para conformar un entorno racial que es hoy motivo de admiración para propios y extraños.

Desde un principio se sintió atraído por la actividad política, hizo parte de los comandos de juventudes; participaba diligentemente en los distintos movimientos estudiantiles, mostrando siempre su condición de líder y con una envidiable vocación periodística, sostuvo durante mucho tiempo sus columnas semanales en los matutinos conservadores, El Colombiano y La República.

Cuando había consolidado ya su prestigio como abogado, después de un largo período de ejercicio profesional, decide viajar a Roma a adelantar sus estudios de especialización. Con sus ahorros de toda la vida y un préstamo otorgado por el Icetex emprende su periplo a la ciudad de las siete colinas a adelantar su posgrado en Derecho Penal y Criminología. Su especialización la termina en un tiempo menor al que tenía programado y en la patria de Francesco Carrara y Enrico Ferri, máximos pontífices del derecho penal en Italia, tuvo el privilegio de ser alumno del maestro Benigno Di Tulio, la más grande gloria de la psiquiatría forense.

De regreso al país se reintegra a su oficina de abogado, conquistando cada día nuevos y resonantes triunfos, pues a sus conocimientos jurídicos agregaba los atributos de un vibrante orador.

Finalmente, es elegido como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente convocada por el Presidente César Gaviria para aprobar la reforma constitucional de 1991, que actualmente nos rige.

Todo este recorrido vital es el que se recoge en el libro Memorias de un Penalista que el lector muy emocionado va a tener en sus manos.

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